El motivo principal que hace que los aviones puedan volar, son las fuerzas que actúan sobre ellos cuando están en el aire. Y son cuatro: dos en horizontal (la fuerza de empuje y su opuesta, la aplicada), y dos en vertical.
En las fuerzas verticales entra en juego, por un lado, el peso del avión que tira hacia abajo de la aeronave y, en contra de este, la fuerza de sustentación que es la que consigue levantarla.
Aquí debemos prestar especial atención a la forma de las alas de los aviones. Y es que la parte superior está más curvada que la inferior, que es más recta. Esto hace que el aire que circula por encima del ala tenga más superficie, lo que consigue que viaje a más velocidad que el aire de la parte inferior.
Y la principal consecuencia de este cambio de velocidad en el aire que circula sobre y bajo el ala de un avión, está en que se crea una diferencia de presión.
Tal y como estamos viendo en este artículo, con la definición del principio de Bernoulli, donde la suma de las presiones debe ser constante, lo que ocurre con el aire en este caso es que la menor presión de la parte superior del ala ejerce una fuerza bajo ella que la impulsa hacia arriba.
Además, tenemos otro momento en el que interviene este principio facilitando el vuelo del avión.
Cuando la aeronave se eleva y las alas están apuntando hacia arriba, la corriente del viento inferior encuentra un obstáculo, las propias alas, que están frenando la aeronave, por lo que su presión aumenta.
Y por el principio de Bernoulli, se produce una fuerza opuesta que impulsa el avión hacia arriba. Por este motivo, es mucho mejor que un avión encuentre el viento de cara cuando va a iniciar su despegue.