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  • ¿Qué es el efecto suelo?

    ¿Cómo se puede manejar?

Cuando un avión vuela lo suficientemente cerca de la superficie, se produce una diferencia de presiones en las alas que da lugar al efecto suelo.

Y es que, como te explicamos en este post sobre el efecto Venturi, para que se genere sustentación, es fundamental que exista esa diferencia entre las presiones del ala.

Pero, ¿qué es el efecto suelo, realmente? ¿Por qué dificulta el aterrizaje haciendo que el avión bote como un muelle? Y, ¿cómo se minimiza el efecto suelo para tomar con seguridad? Te lo contamos todo a continuación.

Qué es el efecto suelo y cómo se genera

Cuando un avión vuela sobre una superficie a una altitud inferior a la mitad de su envergadura se encuentra bajo el efecto suelo.

El motivo principal por el que se genera el efecto suelo es porque, al aumentar la presión en la parte de abajo del ala, se forma un ‘colchón’ de aire que hace que el avión tienda a flotar, o incluso rebotar, sobre la pista.

El efecto suelo es común durante el despegue, el aterrizaje o en pasadas bajas; básicamente, siempre que el avión se encuentra muy cerca del suelo.

Otro de los motivos detrás del efecto suelo es el cambio en la resistencia inducida, que te explicaremos en detalle en otro post para no extendernos demasiado en este.

Distribución de presiones en el ala durante el efecto suelo

En las alas de los aviones, distinguimos entre la parte superior, o extradós, y la parte inferior, llamada intradós.

Pues bien, al volar, cuando el flujo de aire circula por las alas, en el extradós bajan las presiones, mientras que en el intradós, aumentan. Esto es lo que hace que se genere sustentación y que el avión se mantenga en el aire.

Las variaciones en la presión del aire se deben a los cambios de velocidad en las distintas partes del ala, y es un tema extenso, complejo e interesante.

Así que, si quieres saber más, te recomendamos que leas nuestro post sobre el Teorema de Bernoulli y este otro sobre la sustentación en los aviones.

Cómo controlar el efecto suelo al volar

En sus primeros vuelos, todo alumno piloto debe aprender a controlar el avión cuando se encuentra bajo el efecto suelo.

Y es que, en este escenario, el avión se vuelve mucho más sensible a los movimientos en la palanca de control, especialmente en el cabeceo, y recorrerá más distancia sobre la pista.

Para controlar el efecto suelo generado, la mejor opción es hacer correcciones muy leves en los controles y esperar a que el avión se desacelere. A medida que esto suceda, bastará con ir tirando de la palanca hacia atrás para conseguir el aterrizaje perfecto.

Aunque, el efecto suelo, supone una dificultad a la hora de controlar el avión, también tiene su lado positivo: se reduce significativamente la resistencia inducida, haciendo que el avión sea mucho más eficiente. No iba a ser todo malo, ¿no?

Hacer un ‘globo’ al aterrizar con efecto suelo

Durante el aterrizaje, si hay efecto suelo y se hace una corrección excesiva en el cabeceo, el avión tenderá a ascender, dando lugar a lo que llamamos coloquialmente como ‘hacer un globo’.

En estas situaciones, lo mejor es hacer un motor al aire (volver a tomar altura y abortar el aterrizaje), ya que el avión está volando a baja velocidad y en configuración de aterrizaje, por lo que existe riesgo de entrar en pérdida o de una toma muy dura.

El ekranoplano, el avión que volaba exclusivamente con efecto suelo

Como ya te hemos adelantado, el efecto suelo trae consigo una gran ventaja: la eficiencia. Con lo que no es de extrañar que se acabara aprovechando esa ventaja de una forma más consciente.

Por eso, durante la Guerra Fría, Rusia desarrolló los ekranoplanos, que eran grandes hidroaviones que volaban a muy baja altitud sobre el agua sirviéndose del efecto suelo.

Estas aeronaves se hicieron muy populares en la época. De hecho, Rusia llegó a construir un avión de 544 toneladas y 42 metros de envergadura, que viajaba a velocidades superiores a los 400 km/h, flotando entre los 30 cm y los 3 m sobre el nivel del mar. Tal era su tamaño, que se le conocía como ‘el Monstruo del Mar Caspio’.

Desafortunadamente, el proyecto fracasó al producirse una desestabilización completa de la aeronave por una ráfaga de viento, lo que supuso una gran brecha de seguridad.

Actualmente, esta tecnología se sigue utilizando en el diseño de hidroaviones más pequeños, principalmente destinados al transporte de pequeños grupos de pasajeros.

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