Bautizado inicialmente como Ryan NYP (por aquello de Nueva York-París), el avión se basó en el popular modelo Ryan M-2, el avión más utilizado en la época para el transporte de correo. Eso sí, fue rediseñado de arriba abajo para una misión sin precedentes.
El diseño del avión se centró en la máxima eficiencia y en reducir riesgos. Aunque, al principio, se pensó en una configuración bimotor para mayor seguridad, optaron por un solo motor para minimizar posibles fallos mecánicos.
Pero el mayor desafío técnico fue el combustible del avión. Para transportar la cantidad necesaria para 33 horas de vuelo, se decidió colocar el tanque principal en el morro del avión, justo delante del piloto, lo que impedía por completo la visión.
Así, para poder navegar, se instaló un periscopio que, mediante espejos, permitía tener visión frontal. Y para ahorrar aún más peso, se sustituyó el asiento tradicional por una ligera silla de mimbre y se eliminaron elementos como la radio del avión y el paracaídas.
El resultado final fue un avión monomotor con una longitud de 8,4 metros y una envergadura de 14 metros, capaz de alcanzar los 200 km/h y, lo más importante, con una autonomía de 6.600 kilómetros.